EL CORÁN EXTIENDE SU AYUDA SINCERA Y DESINTERESADA A TODA LA HUMANIDAD Y ESPECIALMENTE A LA GENTE DEL LIBRO |
San Francisco, EEUU Agosto 15-21, 1990 |
En el
nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso.
A diario sentimos la apremiante necesidad de escuchar
palabras francas que reconforten nuestro espíritu, creando un clima de
entendimiento y colaboración entre los siervos del Majestuoso Creador
del Universo.
Este cándido anhelo cobra importancia en
la actualidad debido a que vivimos en un mundo globalizado, expuestos a los
embates de los avances tecnológicos y científicos, y a la
influencia agresiva de los modernos medios de comunicación.
Para nuestros ancestros el mundo era demasiado
extenso para pretender conocer y comprender aquello que se encontrase allende
sus territorios. Sus vidas transcurrían simples y monótonas,
cautivas dentro de las burbujas de sus dominios, costumbres e ideas, dando paso
a episodios de crueles y desencarnadas batallas que surgían como
respuesta ante el miedo innato a lo que para ellos era desconocido.
Con el devenir de los tiempos y gracias a las
comodidades que la vida moderna nos brinda, nuestro mundo se ha
empequeñecido hasta convertirse en una aldea global habitada por
miembros de una gran familia que se encuentran en permanente
interacción. Pero
desafortunadamente la injusticia, la envidia y la maldad han alterado el
equilibrio y la armonía que reinaba en este lar de paz haciendo
crítica la necesidad de unir nuestros esfuerzos a fin de protegerlo.
Hoy, cuando nuestro mundo se ha hecho bipolar
debemos detenernos y mirar nuestra realidad. Existe una profunda, inevitable e
innegable simbiosis que nos une y de la cual depende nuestra supervivencia: Los
seguidores del misticismo requieren de los recursos tecnológicos y
científicos de los abanderados del materialismo positivista y estos a su
vez, necesitan con urgencia un remedio espiritual que palee los males de sus
almas.
“¡Gentes! Os hemos creado a
partir de un varón y una hembra, y os hemos hecho pueblos y tribus para
que os reconocierais mutuamente. Ciertamente que ante Al-lah el más
noble de entre vosotros es quien más le teme. Y Al-lah es Sabio y
Conocedor” (Corán 49: 13)
Con
estas palabras, el Corán advierte acerca de una realidad que, dadas las
presiones sociales a las que nos enfrentamos, empieza a mostrarse vitalmente
importante, sobre todo para quienes aspiran alcanzar la prosperidad y el
bienestar para sus pueblos.
El Libro
Luminoso de Al-lah dice en otro de sus pasajes:
“Ayudaos
unos a otros en la virtud y en el temor, no en la desobediencia ni en la
transgresión” (Corán 5:2)
La
experiencia cotidiana nos ha demostrado la inutilidad de pretender alcanzar la
armonía y la paz mundial a través de la violencia. El mundo ha
sufrido la devastación de dos guerras mundiales que dieron paso a una
desmedida competencia por la fabricación de armas de destrucción
masiva y a la percepción de nuestros congéneres como sanguinarias
bestias siempre al acecho: El hombre se ha convertido en el mayor depredador y
enemigo del hombre mientras los organismos internacionales miran con impavidez,
empantanados en interminables y fútiles discusiones o convenencieros
alegatos.
La
humanidad se ha hecho esclava de la ciencia y la tecnología pero ellas
jamás le han correspondido, ni están en condiciones de hacerlo,
pues ningún adelanto científico o técnico podrá
proveer al hombre del respeto y entendimiento mutuo que tanto necesita. No
obstante estas ladinas damas entregan sus favores a rufianes que en nombre de
su avaricia y desmedido deseo de poder se dedican a oprimir, explotar y
humillar a los desvalidos pueblos, sembrando la tierra de destrucción y
muerte mientras levantan arrogantes enormes banderas blancas hechas con las
mortajas de sus víctimas, inocentes y mártires.
Como
consecuencia de su débil fe racional el ser humano vive en un estado de
barbarie y bestialidad primitivas, prisionero de su ego y de sus más
bajos instintos:
“Tienen
corazones pero no comprenden, ojos pero no ven y oídos pero no escuchan.
Son como bestias o peores que ellas. Esos son los profanos”
(Corán 7:179)
La
ciencia ha sido colocada al servicio de intereses particulares, la moral brilla
por su ausencia y el deterioro espiritual del ser humano se ha hecho cada vez
más evidente. Fruto de este triste panorama nos encontramos en un
callejón sin salida, expuestos a ser destruidos y a todo lo que nos
rodea con el simple accionar de un botón, y es este el momento oportuno
para apreciar el valor de la fe y la creencia en el Dios Único y Verdadero
como factor relevante e inspirador del comportamiento del hombre.
El iman
verdadero obliga al individuo a la unidad, la cooperación y el amor
mutuos, a dejar de lado toda clase de discriminación y a empuñar
las banderas del din del Creador del universo, tal como Él lo
ordena:
“Ciertamente
vuestra umma[1]
es una y Yo vuestro Señor ¡Adoradme pues!”
Pero la
fe ciega resulta aún más torpe y destructiva que la propia
incredulidad, y es por ello que Al-lah en Su infinita sabiduría ha hecho
de la ciencia su fiel lazarillo, para que juntas puedan penetrar en las
profundidades de la conciencia y mostrarle al ser humano el camino recto que le
conduzca a reforzar sus virtudes y enaltecer su espíritu.
La
historia es testigo mudo de mis palabras y los hombres de conocimiento las
ratifican: Sobre este vasto mundo de valles y praderas cabalgan a lomo de
unicornios alados las sombras del infortunio; la concupiscencia humana ha
convertido a la religión en su antítesis haciendo de ella la
manzana de la discordia entre pueblos hermanos, cuando en realidad
debería ser la semilla de la unión, la paz y el amor; y la
degeneración moral y espiritual ha usado a la ciencia y la
tecnología como los instrumentos que le permiten dar rienda suelta a su
avaricia y despotismo, mientras el naciente y el poniente, empuñando las
banderas del fanatismo y la incomprensión, emprenden una cruel y
avasalladora lucha cuyas víctimas son el dialogo, la armonía, el
entendimiento, la cooperación y la paz.
Somos
consientes de que las cruzadas y el colonialismo son las peores maneras de
buscar el entendimiento entre los seguidores del mensaje del Supremo Creador y
de que es el momento idóneo para que promovamos un encuentro franco y
fraterno, en el que tengan cabida las enseñanzas de todos y cada uno de
los mensajeros y profetas que con su prédica colmaron la tierra de amor,
compasión y paz, e hicieron rebozar los pechos y las mentes de los
hombres razonables de convicción y fe.
Levanto
mi voz en nombre de los musulmanes del mundo, que somos alrededor de una cuarta
parte de los habitantes del planeta, y os digo: El Profeta Muhammad fue enviado
ante una sociedad de idólatras, cristianos y judíos para que les
proveyese, mediante el Corán, del alimento idóneo para sus almas
y espíritus, y para que con su testimonio confirmase las
enseñanzas de las escrituras reveladas a Moisés y Jesús:
“Él
os ha revelado el Libro con la Verdad, confirmando lo que ya poseían
entre sus manos, al igual que anteriormente lo hizo con la Tora y el Evangelio,
como Guía y Discernimiento
para los hombres” (Corán 3: 3-4)
A
través de sus enseñanzas y ejemplos, el Maestro Muhammad hizo
hincapié en la unicidad de su misión y mensaje con los de
Jesús y los de todos los profetas y mensajeros que le antecedieron,
estrechando los lazos de fraternidad y afecto entre los seguidores de sus
profecías.
“Ciertamente
te hemos inspirado tal como lo hicimos con Noé y los profetas que le
antecedieron, y con Abraham, Ismael, Isaac y Jacobo, y con las tribus de
Jesús, Job, Jonás, Aarón y Salomón, y a David a
quien dimos los Salmos. Hay algunos mensajeros de los que te hemos
contado y otros de los que no te hemos referido nada, pero solo a Moisés[2]
le habló Al-lah directamente. Mensajeros portadores de albricias y
admoniciones para que, después de ellos, los hombres no tuviesen
subterfugio alguno ante Al-lah. Y Al-lah es Todopoderoso y Sabio.”
(Corán 4:163-165).
Al-lah
insta a los musulmanes al respeto hacia todos Sus enviados, no obstante solo a
veinticinco de ellos les menciona de manera directa en el Corán; declara
enfáticamente que aunque muchas fueron Sus revelaciones todas
compartieron un mismo espíritu y objetivo, y en concordancia exhorta a los
creyentes a declarar abierta y francamente su creencia en todos Sus heraldos,
independientemente de la identidad del profeta o mensajero de quien hubieren
recibido Su mensaje:
“Decid:
Creemos en Al-lah, en lo que se nos ha hecho descender, en lo que se hizo
descender a Abraham, a Ismael, a Jacobo y a las tribus, en lo que le fue
entregado a Moisés y a Jesús, y en lo que le fue dado a los
profetas de parte de su Señor. No hacemos distinciones entre ellos pues
estamos sometidos a Él. Y si creen en lo mismo que creéis son de
los bien guiados, pero si se apartan, ciertamente caerán en la discordia”
(Corán 2: 136-137)
Pero en
Su Última Revelación, Al-lah va más allá y decreta
que la misión de Muhammad no es refutar a sus antecesores, sino
complementar y perfeccionar sus legados:
“Decid:
Mi Señor me ha guiado hacia un sendero recto, una práctica de
adoración auténtica, la de Ibrahim el hanif
[3],
quién no era de los que asocian” (Corán 6:161)
Debemos
ser consientes de que todos los enviados de Al-lah fueron portadores de un
mismo mensaje, pero sus palabras han sido alteradas por traducciones,
interpretaciones y explicaciones erróneas “A pesar de que no se
les había ordenado sino que adorasen a Al-lah de forma sincera y
correcta, que establecieran el azalá y entregaran el azaque ¡Esta
es la práctica de adoración correcta!” (Corán
98:5).
Cuando
el Profeta Muhammad nos ejemplifica su relación con los demás
enviados de Al-lah, mediante la parábola: “Los profetas que me
antecedieron y yo somos como una hermosa casa en la que han reservado un
espacio en una esquina para la piedra que completa su perfección y en la
que todo aquel que la admira pregunta: ¿Dónde está lo que
le falta? ¡Yo soy esa piedra, soy el último de los profetas y
sello de la profecía!” indica que todas las misiones
proféticas poseen el mismo valor y objetivo, y que la particularidad de
la suya fue el haber sido la última, aquella que Al-lah destinase para
complementar y perfeccionar Su Misericordia, Su mensaje de paz y amor para la humanidad:
“No te hemos enviado sino como
misericordia para los mundos” (Corán: 21:107).
En concordancia con el Divino Decreto que le
fue confiado, Muhammad buscó siempre el dialogo franco y fraternal entre
los seguidores de los enviados del Majestuoso y Único Dios, a fin de
colmar sus corazones con la felicidad de un paraíso terrenal antes de su
encuentro definitivo con su Creador, dio testimonio de que el mensaje con el
que fue enviado y el de los que le antecedieron fue uno y único: “No
ha habido nación al que no hayamos enviado un advertidor”
(Corán 35:24) y enseñó que todos los profetas y
mensajeros de Al-lah son hermanos y que su din es uno, pero que les
fueron entregadas leyes diferentes de acuerdo a las circunstancias particulares
de sus pueblos[4],
por lo que al ver que los judíos ayunaban el día de
‘Ashura, décimo día de Muharram[5],
como acto de veneración a Al-lah por haber liberado a Moisés y a
su pueblo de las manos del Faraón, les dijo: “Nosotros estamos
más unidos a Moisés de lo que vosotros mismos lo estáis y
si llego vivo al año que viene, ayunare en ese día y el anterior”[6].
El Corán se declara a sí mismo
como la confirmación de la Tora de Moisés y el Evangelio de
Jesús: “Ciertamente, hicimos descender la Tora, en la que hay
guía y luz… E hicimos que tras ellos, siguiendo sus huellas,
viniera Jesús, el hijo de María… Y le dimos el Evangelio en
el que hay guía, luz y la confirmación de lo que ya estaba en la
Tora” (Corán 5:44,46) y enaltece las enseñanzas de
todos los enviados de Al-lah independientemente de sus identidades: “En
verdad que quienes han creído y los judíos, los sabeos y los
cristianos que crean en Al-lah y en el Último Día, y obren con
rectitud, no tendrán que temer ni se entristecerán”
(Corán 5:69).
Son muchos los claros ejemplos del trato
cortés y respetuoso hacia los seguidores de las revelaciones anteriores
que el Islam ha prescrito a los musulmanes, pero entre los más
destacados podemos mencionar:
·
Cuando los
cristianos de Najran visitaron al Profeta Muhammad en Medina, este de
manera fraternal y atenta les permitió realizar sus oraciones en la
mezquita.
·
Durante el
califato de Al-Walid bin Abdul Malik[7],
en el tiempo en el que el imperio musulmán se extendía desde
China hasta España, el antiguo templo romano de Damasco, en un clima de
paz y hermandad, albergaba las plegarias de cristianos y musulmanes, pero
debido al gran aumento de los últimos el Califa solicitó a los
primeros que le vendiesen su parte de la edificación por diez veces su
precio, a lo que estos accedieron amigablemente. El Regente Musulmán,
quien gobernaba la mitad del mundo conocido en aquel entonces, pudo haber
tomado el templo por la fuerza, sin embargo su estricto seguimiento de los
principios y valores islámicos se lo impidió.
La actitud del Islam frente a los seguidores de
las Revelaciones Anteriores puede ser inferida de las palabras del
Último de los Profetas y Mensajeros de Al-Lah: “Quien quiera
dañe a un thimmi[8]
será mi enemigo en el Día del Juicio final y yo conspirare en su
contra”[9].
Las cuales son respaldadas por la aleya coránica revelada en defensa de
un judío inocente que había sido acusado por un injusto
musulmán:
“Quien cometa una falta o delito y
acuse de ello a un inocente, habrá cargado con una calumnia y con un
delito evidente” (Corán 5:112)
Las fuentes islámicas que propenden
hacia el establecimiento del dialogo entre los seguidores del mensaje de
Al-lah, indiferentemente de su portador son las siguientes:
1.
El Corán: Gran parte de este texto se compone de un fluido
dialogo entre Al-lah y Muhammad, que ilustra las vidas de algunos Sus profetas
y mensajeros, incluido el último de ellos y refleja, dentro de su forma
generalmente retorica, la inteligencia y paciencia con la que el Mensajero se
dirige a su Creador en contraste con la forma en la que la gente trató a
Sus profetas. Cuando la autoridad y el poder enaltecieron la profecía de
Muhammad, el Sustentador de los mundos revelo estas palabras: “No hay
compulsión en la práctica de la adoración”[10]
(Corán 2:156). Más allá de ello el sura de la Mesa
Servida, entre otros muchos, es una clara muestra de la libertad de pensamiento
y creencia bajo la soberanía del Islam.
2.
La Sunna: Esta meticulosa colección de narraciones que
reúne los dichos y hechos del Profeta Muhammad ilustra claramente la
interpretación y aplicación práctica de la
revelación coránica, frente a la completa libertad de pensamiento
y expresión concedida al ser humano.
3.
La Historia Islámica: Califas y sabios musulmanes de los
períodos Omeya y Abasida organizaron y apoyaron gran número de
encuentros religiosos en los cuales reinaba un ambiente de libre debate y
dialogo.
En la
actualidad son muchos los puntos de comunión entre los seguidores de los
heraldos del Dios Único y Verdadero, tal como a continuación
podemos verlo:
1.
El pleno convencimiento acerca de la aseidad, unicidad y
autarquía del Creador y Sustentador de lo conocido y lo desconocido, y
el consecuente lazo de hermandad que une a la humanidad.
2.
La importancia de un código ético universal que
salvaguarde la paz y la unidad mundial, en el que prime el bienestar
común sobre el individual y sirva como cimiento sobre el cual se yerga
una sociedad regida por el amor, la fraternidad y la observación de las
enseñanzas proféticas.
3.
La necesidad de corregir todas aquellas traducciones e
interpretaciones de las Sagradas Escrituras que en nombre de intereses
particulares han distorsionado y corrompido algunas de las enseñanzas de
los profetas y mensajeros del Majestuoso Creador y han sembrado las semillas
del fanatismo y la enemistad en los corazones de los creyentes. En
concordancia, resulta imperativo someter a un estudio minucioso y a un amplio
debate todo aquello que se oponga al camino de la conciliación entre los
seguidores del mensaje del Dios Omnipotente.
La
esencia del Islam se cimienta sobre la libertad de creencia y el llamado, de
forma sabia y admonitoria, hacia la senda del Señor de los mundos.
Al-lah ordenó a Muhammad decir a sus oponentes: “Vosotros
tenéis vuestra práctica de adoración y yo la
mía… No hay coacción en el din”
(Corán 109:6 y 2:256).
Cuando
los musulmanes marcharon sobre Persia y Roma Muhammad impartió su famosa
orden[11]
de no dañar los lugares de adoración[12]
ni a sus hombres de pastorado[13],
en referencia a los templos nazarenos y las sinagogas, por lo que los
comandantes de los ejércitos del Islam solían decir: “Nos
ha sido ordenado respetar sus prácticas de culto”.
Muchos
reformistas modernos a menudo carecen de esta sensible y respetuosa
consideración que muestran los musulmanes por los seguidores de las
revelaciones anteriores, la cual combina la razón y el sentido
común, la alianza entre la racionalidad y el conocimiento profundo.
“Ciertamente, los creyentes y los
judíos, los nazarenos y los sabeos, que poseen la certeza en Al-lah y en
el Último Día y actúan correctamente, tendrán su
recompensa ante su Señor y no temerán ni se entristecerán.”
(Corán 2:62)
La unicidad del mensaje monoteísta
encuentra su más sólido asidero y fiero defensor en el Sagrado
Corán:
“Os
ha sido ordenado como parte de la práctica de adoración que le
fue encomendada a Noé y que te hemos inspirado, y a Abraham, a
Moisés y a Jesús, que establecierais firmemente el dín
y no os dividierais” (Corán 42: 13).
No
obstante, encaminar a los siervos del Dios Todopoderoso hacia la senda de la
cooperación mutua es una obligación que sobre nuestros hombros
fue colocada por todos Sus mensajeros y profetas, y que en este momento de
nuestra historia es una necesidad urgente, dado que el materialismo ha empujado
rápida y descontroladamente a nuestras sociedades a un profundo abismo,
lejos de cualquier noción de conciencia frente al Creador.
Gracias
a nuestras avanzadas tecnologías las débiles luces de los
candelabros han sido remplazadas por potentes lámparas
eléctricas, los burros y los caballos por confortables vehículos
y las palomas mensajeras por modernos medios de comunicación. Pero a
pesar de todas las maravillas que forman parte de nuestra cotidianidad
permanecemos sumidos en un frenético retroceso moral que nos conduce a
un profundo estado de ignorancia y barbarie cuya máxima expresión
es la construcción a gran escala de armas de destrucción masiva
capaces de exterminar a la humanidad en pocos instantes; y nuestra única
esperanza ante tan fatídico panorama es que los abanderados de la fe,
hombres sinceros, tolerantes y aliados incondicionales de la razón y la
ciencia coloquen fin al monstruoso frenesí en el que viven nuestras
flamantes civilizaciones modernas.
El
rápido avance de la investigación y la academia han contribuido
en gran medida a superar las dificultades y obstáculos en el camino del
dialogo y la cooperación internacional, pero a pesar de ello aún
persisten algunos impases:
1.
El fanatismo, la intolerancia y la inflexibilidad de algunos
líderes religiosos, que los ciega ante la verdad y los aleja del sendero
recto. El Noble Corán se refiere a ellos diciendo: “Cuando se
les dice: Seguid lo que Al-lah os ha hecho descender, dicen: No, seguiremos
aquello que seguían nuestros padres” (Corán 2:170)
2.
La insistencia de quienes con interpretaciones erradas de las
Escrituras hacen discriminaciones entre los heraldos del Creador, sembrando la
animadversión, la malicia y la discordia entre los seguidores de unos y
otros, acerca de lo cual creo honestamente que ha llegado el momento de
corregir el rumbo y retomar los textos consecuentes con el verdadero
significado de la Divina Revelación a fin de contribuir al
enaltecimiento de la fraternidad y cooperación humanas.
3.
Los ritos y dogmas que contradicen los principios de la
lógica, el sentido común y la ciencia, y han abierto un abismo
entre el intelecto y el conocimiento científico, por una parte y la
religión en la otra, lo cual ha sido utilizado como una letal arma en
manos de los adversarios de la Creencia Verdadera. El Profeta Muhammad dio gran
importancia al conocimiento y el raciocinio, dado que el Glorioso Corán
invita al hombre al camino de la búsqueda del entendimiento y de la luz
que abre su mente e ilumina su corazón: “No veis acaso que
Al-lah hace caer el agua del cielo enrumbándola junto a los manantiales
de la tierra para que gracias a ella broten cereales de variados colores que
luego se tornan marchitos y amarillentos, convirtiéndolos en desecho. Es
cierto que en ello hay un recuerdo para quienes reconocen lo esencial… Y
Al-lah hace descender del cielo el agua con la que vivifica la tierra
después de muerta, realmente en ello hay un signo para la gente que
escucha” (Corán 39:21 y 16:65) y le recuerda que juntos
conforman el camino hacia la fe verdadera: “En verdad que solo temen a
Al-lah aquellos de Sus siervos que
tienen conocimiento. Ciertamente Al-lah es Poderoso, Perdonador.”
(Corán 35:28).
La
solución a todos estos inconvenientes depende del grado de apego a la
verdad de los líderes religiosos y de la sinceridad con la que fomenten
el alcance de una fortalecida fe racional mediante el conocimiento.
Pero a
pesar de los obstáculos, el camino del dialogo y la cooperación
es ahora más amplio y la presencia de hombres imparciales, sinceros y
honestos dispuestos a continuar con esta encomiable labor es garantía
plena de su éxito.
En el
año de 1987, durante una entrevista con André Gromyko de la
Unión Soviética, invité a todos los filósofos
comunistas a un dialogo entre la religión y la ciencia, a fin de
reconciliar a esta recalcitrante pareja dado que es nuestra única
oportunidad de cristalizar el sueño de la prosperidad mundial, a lo cual
mi interlocutor accedió. Pero ahora les hago extensiva mi invitación
a fin de que tomemos real interés en el tema.
Su
Santidad el Papa Juan Pablo II, me comentó durante uno de nuestros
encuentros que leía el Corán cada día, a lo que le
respondí que era buen conocedor de la Biblia. Es este el espíritu
franco y abierto mediante el cual podemos alcanzar la fraternidad humana,
eliminar de entre nosotros la malicia y la discordia, y convertir en realidad
la utopía de la coexistencia armoniosa y amorosa de la humanidad, a lo
cual nos ha invitado desde largo tiempo atrás el Noble Corán:
“Y
Aferraos todos a la Cuerda[14]
de Al-lah y no os separéis; y recordad la deferencia que Al-lah ha
tenido con vosotros cuando, luego de haber sido enemigos, ha unido vuestros
corazones y por Su gracia os habéis convertido en hermanos.”
(Corán 3:103)
Que la paz sea con vosotros.
[1] El termino umma puede ser entendido
en sentido literal como pueblo o nación, no obstante de manera figurada
puede interpretarse como dirección u origen. Dentro del contexto
islámico, Ibn Kazir, citando a Ibn ‘Abbas, Muyahid, Sa’id
bin Yubair, Qatadah y ‘Abdur-Rahman bin Zaid bin Aslam, afirma que el
sentido del texto es el de “Vuestro din es uno”.
[2] El único de los profetas y
mensajeros a quién Al-lah se dirigió directamente fue
Moisés, lo cual se encuentra confirmado también en la aleya:
“Y cuando Moisés vino a nuestra cita y su Señor le
habló, dijo: ¡Señor mío! Muéstrate ante
mí para que pueda verte” (Corán 7:143) razón por la cual es honrado
dentro de la tradición islámica con el epíteto de Al-Kalim.
[3] En sentido literal significa recto.
Islámicamente es el epíteto dado a quién siente una
inclinación natural hacia la adoración verdadera y exclusiva al
Dios Único.
[4] Esto se confirma mediante la aleya
coránica que dice: “E hicimos que te descendiera el Libro con
la verdad, como confirmación de lo que de él ya había en
sus manos, a fin de preservarlo… A cada uno de vosotros le hemos asignado
un camino y un método propios, si Al-lah hubiese querido los
habría hecho un solo pueblo; sin embargo lo ha hecho así para
poneros a prueba en lo que os ha dado” (Corán 5:48)
[5] Primer mes del calendario musulmán.
[6] Hadiz correcto de Al-Bukhari. En otra
versión de esta narración dijo: “Pues yo tengo
más derecho a Moisés que vosotros” y lo ayunó y
mandó a que lo ayunasen.
[7] Séptimo Califato de la
dinastía Omeya (705 y 715 D.C.)
[8] No musulmán (monoteísta) que
vive bajo la protección de un gobierno islámico, sujeto al pago
de la Jizyah.
[9] Narrado por ‘Abdullah bin
Mas’ud.
[10] Son muchos y variados los hadices que
giran en torno a la razón de esta revelación, pero entre los
más importantes tenemos el de la mujer estéril que juró
que en caso de llegar a tener un hijo haría de este un judío,
narrado por Ibn Abbas, el de Subaih, el sirviente negro a quien su amo
pretendía forzarle a abrazar el islam, transmitido por Muyahed y el de
el mercader sirio cuyos hijos abandonaron el Islam y se hicieron cristianos,
contado por Al-Sadi y Masruq. Esta aleya fue revelada en el año 6 de la
Hégira, por lo que su contenido, según algunos comentaristas,
habría sido abrogado por la aleya de la Espada (Corán 9:5), que
implicó la orden definitiva de luchar contra los asociadores, debiendo
destacarse que el Corán hace una clara distinción entre la Gente
del Libro y los incrédulos.
[11] Esta orden fue impartida a raíz del
acuerdo firmado entre el Profeta Muhammad y la delegación de cristianos
unitaristas de Najran que le visitó en su mezquita en Medina en
el año noveno de la Hégira, el cual contemplaba que sus lugares
de culto no serían destruidos ni serían obligados a apartarse de
su práctica de adoración siempre y cuando no cometieran ninguna
traición ni practicasen la usura.
[12] Ibídem al 39
[13] Ibídem al 18.
[14] La Cuerda ó el Cable es uno de los
epítetos del Sagrado Corán.