EL CORÁN EXTIENDE SU AYUDA SINCERA Y DESINTERESADA A TODA LA HUMANIDAD Y ESPECIALMENTE A LA GENTE DEL LIBRO
San Francisco, EEUU
Agosto 15-21, 1990

 

 

En el nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso.

 

A diario sentimos la apremiante necesidad de escuchar palabras francas que reconforten nuestro espíritu, creando un clima de entendimiento y colaboración entre los siervos del Majestuoso Creador del Universo.

 

Este cándido anhelo cobra importancia en la actualidad debido a que vivimos en un mundo globalizado, expuestos a los embates de los avances tecnológicos y científicos, y a la influencia agresiva de los modernos medios de comunicación.

 

Para nuestros ancestros el mundo era demasiado extenso para pretender conocer y comprender aquello que se encontrase allende sus territorios. Sus vidas transcurrían simples y monótonas, cautivas dentro de las burbujas de sus dominios, costumbres e ideas, dando paso a episodios de crueles y desencarnadas batallas que surgían como respuesta ante el miedo innato a lo que para ellos era desconocido. 

 

Con el devenir de los tiempos y gracias a las comodidades que la vida moderna nos brinda, nuestro mundo se ha empequeñecido hasta convertirse en una aldea global habitada por miembros de una gran familia que se encuentran en permanente interacción.  Pero desafortunadamente la injusticia, la envidia y la maldad han alterado el equilibrio y la armonía que reinaba en este lar de paz haciendo crítica la necesidad de unir nuestros esfuerzos a fin de protegerlo.

 

Hoy, cuando nuestro mundo se ha hecho bipolar debemos detenernos y mirar nuestra realidad. Existe una profunda, inevitable e innegable simbiosis que nos une y de la cual depende nuestra supervivencia: Los seguidores del misticismo requieren de los recursos tecnológicos y científicos de los abanderados del materialismo positivista y estos a su vez, necesitan con urgencia un remedio espiritual que palee los males de sus almas.

 

¡Gentes! Os hemos creado a partir de un varón y una hembra, y os hemos hecho pueblos y tribus para que os reconocierais mutuamente. Ciertamente que ante Al-lah el más noble de entre vosotros es quien más le teme. Y Al-lah es Sabio y Conocedor” (Corán 49: 13)

 

Con estas palabras, el Corán advierte acerca de una realidad que, dadas las presiones sociales a las que nos enfrentamos, empieza a mostrarse vitalmente importante, sobre todo para quienes aspiran alcanzar la prosperidad y el bienestar para sus pueblos.

 

El Libro Luminoso de Al-lah dice en otro de sus pasajes:

 

Ayudaos unos a otros en la virtud y en el temor, no en la desobediencia ni en la transgresión” (Corán 5:2)

 

La experiencia cotidiana nos ha demostrado la inutilidad de pretender alcanzar la armonía y la paz mundial a través de la violencia. El mundo ha sufrido la devastación de dos guerras mundiales que dieron paso a una desmedida competencia por la fabricación de armas de destrucción masiva y a la percepción de nuestros congéneres como sanguinarias bestias siempre al acecho: El hombre se ha convertido en el mayor depredador y enemigo del hombre mientras los organismos internacionales miran con impavidez, empantanados en interminables y fútiles discusiones o convenencieros alegatos.

 

La humanidad se ha hecho esclava de la ciencia y la tecnología pero ellas jamás le han correspondido, ni están en condiciones de hacerlo, pues ningún adelanto científico o técnico podrá proveer al hombre del respeto y entendimiento mutuo que tanto necesita. No obstante estas ladinas damas entregan sus favores a rufianes que en nombre de su avaricia y desmedido deseo de poder se dedican a oprimir, explotar y humillar a los desvalidos pueblos, sembrando la tierra de destrucción y muerte mientras levantan arrogantes enormes banderas blancas hechas con las mortajas de sus víctimas, inocentes y mártires.

 

Como consecuencia de su débil fe racional el ser humano vive en un estado de barbarie y bestialidad primitivas, prisionero de su ego y de sus más bajos instintos:

 

Tienen corazones pero no comprenden, ojos pero no ven y oídos pero no escuchan. Son como bestias o peores que ellas. Esos son los profanos” (Corán 7:179)

 

La ciencia ha sido colocada al servicio de intereses particulares, la moral brilla por su ausencia y el deterioro espiritual del ser humano se ha hecho cada vez más evidente. Fruto de este triste panorama nos encontramos en un callejón sin salida, expuestos a ser destruidos y a todo lo que nos rodea con el simple accionar de un botón, y es este el momento oportuno para apreciar el valor de la fe y la creencia en el Dios Único y Verdadero como factor relevante e inspirador del comportamiento del hombre.

 

El iman verdadero obliga al individuo a la unidad, la cooperación y el amor mutuos, a dejar de lado toda clase de discriminación y a empuñar las banderas del din del Creador del universo, tal como Él lo ordena:

 

Ciertamente vuestra umma[1] es una y Yo vuestro Señor ¡Adoradme pues!

 

Pero la fe ciega resulta aún más torpe y destructiva que la propia incredulidad, y es por ello que Al-lah en Su infinita sabiduría ha hecho de la ciencia su fiel lazarillo, para que juntas puedan penetrar en las profundidades de la conciencia y mostrarle al ser humano el camino recto que le conduzca a reforzar sus virtudes y enaltecer su espíritu.

 

La historia es testigo mudo de mis palabras y los hombres de conocimiento las ratifican: Sobre este vasto mundo de valles y praderas cabalgan a lomo de unicornios alados las sombras del infortunio; la concupiscencia humana ha convertido a la religión en su antítesis haciendo de ella la manzana de la discordia entre pueblos hermanos, cuando en realidad debería ser la semilla de la unión, la paz y el amor; y la degeneración moral y espiritual ha usado a la ciencia y la tecnología como los instrumentos que le permiten dar rienda suelta a su avaricia y despotismo, mientras el naciente y el poniente, empuñando las banderas del fanatismo y la incomprensión, emprenden una cruel y avasalladora lucha cuyas víctimas son el dialogo, la armonía, el entendimiento, la cooperación y la paz.

 

Somos consientes de que las cruzadas y el colonialismo son las peores maneras de buscar el entendimiento entre los seguidores del mensaje del Supremo Creador y de que es el momento idóneo para que promovamos un encuentro franco y fraterno, en el que tengan cabida las enseñanzas de todos y cada uno de los mensajeros y profetas que con su prédica colmaron la tierra de amor, compasión y paz, e hicieron rebozar los pechos y las mentes de los hombres razonables de convicción y fe.

 

Levanto mi voz en nombre de los musulmanes del mundo, que somos alrededor de una cuarta parte de los habitantes del planeta, y os digo: El Profeta Muhammad fue enviado ante una sociedad de idólatras, cristianos y judíos para que les proveyese, mediante el Corán, del alimento idóneo para sus almas y espíritus, y para que con su testimonio confirmase las enseñanzas de las escrituras reveladas a Moisés y Jesús:

 

Él os ha revelado el Libro con la Verdad, confirmando lo que ya poseían entre sus manos, al igual que anteriormente lo hizo con la Tora y el Evangelio, como Guía  y Discernimiento para los hombres” (Corán 3: 3-4)

 

A través de sus enseñanzas y ejemplos, el Maestro Muhammad hizo hincapié en la unicidad de su misión y mensaje con los de Jesús y los de todos los profetas y mensajeros que le antecedieron, estrechando los lazos de fraternidad y afecto entre los seguidores de sus profecías.

 

Ciertamente te hemos inspirado tal como lo hicimos con Noé y los profetas que le antecedieron, y con Abraham, Ismael, Isaac y Jacobo, y con las tribus de Jesús, Job, Jonás, Aarón y Salomón, y a David a quien dimos los Salmos. Hay algunos mensajeros de los que te hemos contado y otros de los que no te hemos referido nada, pero solo a Moisés[2] le habló Al-lah directamente. Mensajeros portadores de albricias y admoniciones para que, después de ellos, los hombres no tuviesen subterfugio alguno ante Al-lah. Y Al-lah es Todopoderoso y Sabio.” (Corán 4:163-165).

 

Al-lah insta a los musulmanes al respeto hacia todos Sus enviados, no obstante solo a veinticinco de ellos les menciona de manera directa en el Corán; declara enfáticamente que aunque muchas fueron Sus revelaciones todas compartieron un mismo espíritu y objetivo, y en concordancia exhorta a los creyentes a declarar abierta y francamente su creencia en todos Sus heraldos, independientemente de la identidad del profeta o mensajero de quien hubieren recibido Su mensaje:

 

Decid: Creemos en Al-lah, en lo que se nos ha hecho descender, en lo que se hizo descender a Abraham, a Ismael, a Jacobo y a las tribus, en lo que le fue entregado a Moisés y a Jesús, y en lo que le fue dado a los profetas de parte de su Señor. No hacemos distinciones entre ellos pues estamos sometidos a Él. Y si creen en lo mismo que creéis son de los bien guiados, pero si se apartan, ciertamente caerán en la discordia” (Corán 2: 136-137)

 

Pero en Su Última Revelación, Al-lah va más allá y decreta que la misión de Muhammad no es refutar a sus antecesores, sino complementar y perfeccionar sus legados:

 

Decid: Mi Señor me ha guiado hacia un sendero recto, una práctica de adoración auténtica, la de Ibrahim el hanif [3], quién no era de los que asocian” (Corán 6:161)

 

Debemos ser consientes de que todos los enviados de Al-lah fueron portadores de un mismo mensaje, pero sus palabras han sido alteradas por traducciones, interpretaciones y explicaciones erróneas “A pesar de que no se les había ordenado sino que adorasen a Al-lah de forma sincera y correcta, que establecieran el azalá y entregaran el azaque ¡Esta es la práctica de adoración correcta!” (Corán 98:5).

 

Cuando el Profeta Muhammad nos ejemplifica su relación con los demás enviados de Al-lah, mediante la parábola: “Los profetas que me antecedieron y yo somos como una hermosa casa en la que han reservado un espacio en una esquina para la piedra que completa su perfección y en la que todo aquel que la admira pregunta: ¿Dónde está lo que le falta? ¡Yo soy esa piedra, soy el último de los profetas y sello de la profecía!” indica que todas las misiones proféticas poseen el mismo valor y objetivo, y que la particularidad de la suya fue el haber sido la última, aquella que Al-lah destinase para complementar y perfeccionar Su Misericordia, Su mensaje de paz y amor para la humanidad:

 

No te hemos enviado sino como misericordia para los mundos” (Corán: 21:107).

 

En concordancia con el Divino Decreto que le fue confiado, Muhammad buscó siempre el dialogo franco y fraternal entre los seguidores de los enviados del Majestuoso y Único Dios, a fin de colmar sus corazones con la felicidad de un paraíso terrenal antes de su encuentro definitivo con su Creador, dio testimonio de que el mensaje con el que fue enviado y el de los que le antecedieron fue uno y único: No ha habido nación al que no hayamos enviado un advertidor” (Corán 35:24) y enseñó que todos los profetas y mensajeros de Al-lah son hermanos y que su din es uno, pero que les fueron entregadas leyes diferentes de acuerdo a las circunstancias particulares de sus pueblos[4], por lo que al ver que los judíos ayunaban el día de ‘Ashura, décimo día de Muharram[5], como acto de veneración a Al-lah por haber liberado a Moisés y a su pueblo de las manos del Faraón, les dijo: “Nosotros estamos más unidos a Moisés de lo que vosotros mismos lo estáis y si llego vivo al año que viene, ayunare en ese día y el anterior[6].

 

El Corán se declara a sí mismo como la confirmación de la Tora de Moisés y el Evangelio de Jesús: “Ciertamente, hicimos descender la Tora, en la que hay guía y luz… E hicimos que tras ellos, siguiendo sus huellas, viniera Jesús, el hijo de María… Y le dimos el Evangelio en el que hay guía, luz y la confirmación de lo que ya estaba en la Tora” (Corán 5:44,46) y enaltece las enseñanzas de todos los enviados de Al-lah independientemente de sus identidades: “En verdad que quienes han creído y los judíos, los sabeos y los cristianos que crean en Al-lah y en el Último Día, y obren con rectitud, no tendrán que temer ni se entristecerán” (Corán 5:69).

 

Son muchos los claros ejemplos del trato cortés y respetuoso hacia los seguidores de las revelaciones anteriores que el Islam ha prescrito a los musulmanes, pero entre los más destacados podemos mencionar:

 

·         Cuando los cristianos de Najran visitaron al Profeta Muhammad en Medina, este de manera fraternal y atenta les permitió realizar sus oraciones en la mezquita.

·         Durante el califato de Al-Walid bin Abdul Malik[7], en el tiempo en el que el imperio musulmán se extendía desde China hasta España, el antiguo templo romano de Damasco, en un clima de paz y hermandad, albergaba las plegarias de cristianos y musulmanes, pero debido al gran aumento de los últimos el Califa solicitó a los primeros que le vendiesen su parte de la edificación por diez veces su precio, a lo que estos accedieron amigablemente. El Regente Musulmán, quien gobernaba la mitad del mundo conocido en aquel entonces, pudo haber tomado el templo por la fuerza, sin embargo su estricto seguimiento de los principios y valores islámicos se lo impidió.

 

La actitud del Islam frente a los seguidores de las Revelaciones Anteriores puede ser inferida de las palabras del Último de los Profetas y Mensajeros de Al-Lah: “Quien quiera dañe a un thimmi[8] será mi enemigo en el Día del Juicio final y yo conspirare en su contra[9]. Las cuales son respaldadas por la aleya coránica revelada en defensa de un judío inocente que había sido acusado por un injusto musulmán:

 

Quien cometa una falta o delito y acuse de ello a un inocente, habrá cargado con una calumnia y con un delito evidente” (Corán 5:112)

 

Las fuentes islámicas que propenden hacia el establecimiento del dialogo entre los seguidores del mensaje de Al-lah, indiferentemente de su portador son las siguientes:

 

1.       El Corán: Gran parte de este texto se compone de un fluido dialogo entre Al-lah y Muhammad, que ilustra las vidas de algunos Sus profetas y mensajeros, incluido el último de ellos y refleja, dentro de su forma generalmente retorica, la inteligencia y paciencia con la que el Mensajero se dirige a su Creador en contraste con la forma en la que la gente trató a Sus profetas. Cuando la autoridad y el poder enaltecieron la profecía de Muhammad, el Sustentador de los mundos revelo estas palabras: “No hay compulsión en la práctica de la adoración[10] (Corán 2:156). Más allá de ello el sura de la Mesa Servida, entre otros muchos, es una clara muestra de la libertad de pensamiento y creencia bajo la soberanía del Islam.

2.       La Sunna: Esta meticulosa colección de narraciones que reúne los dichos y hechos del Profeta Muhammad ilustra claramente la interpretación y aplicación práctica de la revelación coránica, frente a la completa libertad de pensamiento y expresión concedida al ser humano.

3.       La Historia Islámica: Califas y sabios musulmanes de los períodos Omeya y Abasida organizaron y apoyaron gran número de encuentros religiosos en los cuales reinaba un ambiente de libre debate y dialogo.

 

En la actualidad son muchos los puntos de comunión entre los seguidores de los heraldos del Dios Único y Verdadero, tal como a continuación podemos verlo:

 

1.         El pleno convencimiento acerca de la aseidad, unicidad y autarquía del Creador y Sustentador de lo conocido y lo desconocido, y el consecuente lazo de hermandad que une a la humanidad. 

2.         La importancia de un código ético universal que salvaguarde la paz y la unidad mundial, en el que prime el bienestar común sobre el individual y sirva como cimiento sobre el cual se yerga una sociedad regida por el amor, la fraternidad y la observación de las enseñanzas proféticas.

3.         La necesidad de corregir todas aquellas traducciones e interpretaciones de las Sagradas Escrituras que en nombre de intereses particulares han distorsionado y corrompido algunas de las enseñanzas de los profetas y mensajeros del Majestuoso Creador y han sembrado las semillas del fanatismo y la enemistad en los corazones de los creyentes. En concordancia, resulta imperativo someter a un estudio minucioso y a un amplio debate todo aquello que se oponga al camino de la conciliación entre los seguidores del mensaje del Dios Omnipotente.

 

La esencia del Islam se cimienta sobre la libertad de creencia y el llamado, de forma sabia y admonitoria, hacia la senda del Señor de los mundos. Al-lah ordenó a Muhammad decir a sus oponentes: “Vosotros tenéis vuestra práctica de adoración y yo la mía… No hay coacción en el din” (Corán 109:6 y 2:256).

 

Cuando los musulmanes marcharon sobre Persia y Roma Muhammad impartió su famosa orden[11] de no dañar los lugares de adoración[12] ni a sus hombres de pastorado[13], en referencia a los templos nazarenos y las sinagogas, por lo que los comandantes de los ejércitos del Islam solían decir: “Nos ha sido ordenado respetar sus prácticas de culto”.

 

Muchos reformistas modernos a menudo carecen de esta sensible y respetuosa consideración que muestran los musulmanes por los seguidores de las revelaciones anteriores, la cual combina la razón y el sentido común, la alianza entre la racionalidad y el conocimiento profundo.

 

Ciertamente, los creyentes y los judíos, los nazarenos y los sabeos, que poseen la certeza en Al-lah y en el Último Día y actúan correctamente, tendrán su recompensa ante su Señor y no temerán ni se entristecerán.” (Corán 2:62)

 

La unicidad del mensaje monoteísta encuentra su más sólido asidero y fiero defensor en el Sagrado Corán:

 

Os ha sido ordenado como parte de la práctica de adoración que le fue encomendada a Noé y que te hemos inspirado, y a Abraham, a Moisés y a Jesús, que establecierais firmemente el dín y no os dividierais” (Corán 42: 13).

 

No obstante, encaminar a los siervos del Dios Todopoderoso hacia la senda de la cooperación mutua es una obligación que sobre nuestros hombros fue colocada por todos Sus mensajeros y profetas, y que en este momento de nuestra historia es una necesidad urgente, dado que el materialismo ha empujado rápida y descontroladamente a nuestras sociedades a un profundo abismo, lejos de cualquier noción de conciencia frente al Creador.

 

Gracias a nuestras avanzadas tecnologías las débiles luces de los candelabros han sido remplazadas por potentes lámparas eléctricas, los burros y los caballos por confortables vehículos y las palomas mensajeras por modernos medios de comunicación. Pero a pesar de todas las maravillas que forman parte de nuestra cotidianidad permanecemos sumidos en un frenético retroceso moral que nos conduce a un profundo estado de ignorancia y barbarie cuya máxima expresión es la construcción a gran escala de armas de destrucción masiva capaces de exterminar a la humanidad en pocos instantes; y nuestra única esperanza ante tan fatídico panorama es que los abanderados de la fe, hombres sinceros, tolerantes y aliados incondicionales de la razón y la ciencia coloquen fin al monstruoso frenesí en el que viven nuestras flamantes civilizaciones modernas. 

 

El rápido avance de la investigación y la academia han contribuido en gran medida a superar las dificultades y obstáculos en el camino del dialogo y la cooperación internacional, pero a pesar de ello aún persisten algunos impases:

 

1.    El fanatismo, la intolerancia y la inflexibilidad de algunos líderes religiosos, que los ciega ante la verdad y los aleja del sendero recto. El Noble Corán se refiere a ellos diciendo: “Cuando se les dice: Seguid lo que Al-lah os ha hecho descender, dicen: No, seguiremos aquello que seguían nuestros padres” (Corán 2:170)

2.    La insistencia de quienes con interpretaciones erradas de las Escrituras hacen discriminaciones entre los heraldos del Creador, sembrando la animadversión, la malicia y la discordia entre los seguidores de unos y otros, acerca de lo cual creo honestamente que ha llegado el momento de corregir el rumbo y retomar los textos consecuentes con el verdadero significado de la Divina Revelación a fin de contribuir al enaltecimiento de la fraternidad y cooperación humanas.

3.    Los ritos y dogmas que contradicen los principios de la lógica, el sentido común y la ciencia, y han abierto un abismo entre el intelecto y el conocimiento científico, por una parte y la religión en la otra, lo cual ha sido utilizado como una letal arma en manos de los adversarios de la Creencia Verdadera. El Profeta Muhammad dio gran importancia al conocimiento y el raciocinio, dado que el Glorioso Corán invita al hombre al camino de la búsqueda del entendimiento y de la luz que abre su mente e ilumina su corazón: “No veis acaso que Al-lah hace caer el agua del cielo enrumbándola junto a los manantiales de la tierra para que gracias a ella broten cereales de variados colores que luego se tornan marchitos y amarillentos, convirtiéndolos en desecho. Es cierto que en ello hay un recuerdo para quienes reconocen lo esencial… Y Al-lah hace descender del cielo el agua con la que vivifica la tierra después de muerta, realmente en ello hay un signo para la gente que escucha” (Corán 39:21 y 16:65) y le recuerda que juntos conforman el camino hacia la fe verdadera: “En verdad que solo temen a Al-lah aquellos de Sus siervos que  tienen conocimiento. Ciertamente Al-lah es Poderoso, Perdonador.” (Corán 35:28).

 

La solución a todos estos inconvenientes depende del grado de apego a la verdad de los líderes religiosos y de la sinceridad con la que fomenten el alcance de una fortalecida fe racional mediante el conocimiento.

 

Pero a pesar de los obstáculos, el camino del dialogo y la cooperación es ahora más amplio y la presencia de hombres imparciales, sinceros y honestos dispuestos a continuar con esta encomiable labor es garantía plena de su éxito.

 

En el año de 1987, durante una entrevista con André Gromyko de la Unión Soviética, invité a todos los filósofos comunistas a un dialogo entre la religión y la ciencia, a fin de reconciliar a esta recalcitrante pareja dado que es nuestra única oportunidad de cristalizar el sueño de la prosperidad mundial, a lo cual mi interlocutor accedió. Pero ahora les hago extensiva mi invitación a fin de que tomemos real interés en el tema.

 

Su Santidad el Papa Juan Pablo II, me comentó durante uno de nuestros encuentros que leía el Corán cada día, a lo que le respondí que era buen conocedor de la Biblia. Es este el espíritu franco y abierto mediante el cual podemos alcanzar la fraternidad humana, eliminar de entre nosotros la malicia y la discordia, y convertir en realidad la utopía de la coexistencia armoniosa y amorosa de la humanidad, a lo cual nos ha invitado desde largo tiempo atrás el Noble Corán:

 

Y Aferraos todos a la Cuerda[14] de Al-lah y no os separéis; y recordad la deferencia que Al-lah ha tenido con vosotros cuando, luego de haber sido enemigos, ha unido vuestros corazones y por Su gracia os habéis convertido en hermanos.” (Corán 3:103)

 

Que la paz sea con vosotros.



[1] El termino umma puede ser entendido en sentido literal como pueblo o nación, no obstante de manera figurada puede interpretarse como dirección u origen. Dentro del contexto islámico, Ibn Kazir, citando a Ibn ‘Abbas, Muyahid, Sa’id bin Yubair, Qatadah y ‘Abdur-Rahman bin Zaid bin Aslam, afirma que el sentido del texto es el de “Vuestro din es uno”.     

[2] El único de los profetas y mensajeros a quién Al-lah se dirigió directamente fue Moisés, lo cual se encuentra confirmado también en la aleya: “Y cuando Moisés vino a nuestra cita y su Señor le habló, dijo: ¡Señor mío! Muéstrate ante mí para que pueda verte” (Corán 7:143)  razón por la cual es honrado dentro de la tradición islámica con el epíteto de Al-Kalim.

[3] En sentido literal significa recto. Islámicamente es el epíteto dado a quién siente una inclinación natural hacia la adoración verdadera y exclusiva al Dios Único.

[4] Esto se confirma mediante la aleya coránica que dice: “E hicimos que te descendiera el Libro con la verdad, como confirmación de lo que de él ya había en sus manos, a fin de preservarlo… A cada uno de vosotros le hemos asignado un camino y un método propios, si Al-lah hubiese querido los habría hecho un solo pueblo; sin embargo lo ha hecho así para poneros a prueba en lo que os ha dado” (Corán 5:48)

[5] Primer mes del calendario musulmán.

[6] Hadiz correcto de Al-Bukhari. En otra versión de esta narración dijo: “Pues yo tengo más derecho a Moisés que vosotros” y lo ayunó y mandó a que lo ayunasen.

[7] Séptimo Califato de la dinastía Omeya (705 y 715 D.C.)

[8] No musulmán (monoteísta) que vive bajo la protección de un gobierno islámico, sujeto al pago de la Jizyah.

[9] Narrado por ‘Abdullah bin Mas’ud.

[10] Son muchos y variados los hadices que giran en torno a la razón de esta revelación, pero entre los más importantes tenemos el de la mujer estéril que juró que en caso de llegar a tener un hijo haría de este un judío, narrado por Ibn Abbas, el de Subaih, el sirviente negro a quien su amo pretendía forzarle a abrazar el islam, transmitido por Muyahed y el de el mercader sirio cuyos hijos abandonaron el Islam y se hicieron cristianos, contado por Al-Sadi y Masruq. Esta aleya fue revelada en el año 6 de la Hégira, por lo que su contenido, según algunos comentaristas, habría sido abrogado por la aleya de la Espada (Corán 9:5), que implicó la orden definitiva de luchar contra los asociadores, debiendo destacarse que el Corán hace una clara distinción entre la Gente del Libro y los incrédulos. 

[11] Esta orden fue impartida a raíz del acuerdo firmado entre el Profeta Muhammad y la delegación de cristianos unitaristas de Najran que le visitó en su mezquita en Medina en el año noveno de la Hégira, el cual contemplaba que sus lugares de culto no serían destruidos ni serían obligados a apartarse de su práctica de adoración siempre y cuando no cometieran ninguna traición ni practicasen la usura.

[12] Ibídem al 39

[13] Ibídem al 18.

[14] La Cuerda ó el Cable es uno de los epítetos del Sagrado Corán.