PREFACIO
 

 

El vocablo Islam aparece en la historia de la humanidad hace poco más de catorce siglos, pero su uso práctico ha estado presente desde los albores mismos de la creación del hombre gracias a una cadena ininterrumpida de profetas y mensajeros que han diseminado el mensaje de Al-lah[1] a través de todos los tiempos, lugares y culturas.    

 

El Islam representa la única relación posible entre Al-lah y Sus criaturas, la del sometimiento hacia Él, por lo que su mensaje ha sido confirmado a través de todas las revelaciones y profetas, de Abraham a Muhammad pasando por Jesús, sin que en sus palabras exista discrepancia alguna. En este contexto el Corán[2] da testimonio de la unicidad de la Revelación Divina y de la hermandad que une a los profetas y mensajeros, condenando las pretensiones sus contradictores:           

 

Os ha sido ordenado como parte de la práctica de adoración que le fue encomendada a Noé y que te hemos inspirado, y a Abraham, a Moisés y a Jesús, que establecierais firmemente el dín[3] y no os dividierais” (Corán 42: 13).

 

A pesar de las diferencias que han caracterizado a los individuos a través de los tiempos, lugares y culturas, su unidad intelectual se encuentra cimentada sobre su disposición natural a vivir esta vida y la del más allá en completa armonía con su racionalidad. El islam, quien es el garante de la integridad y pureza de la razón, usa como herramienta una educación religiosa que contempla la importancia de la capacidad innata de discernimiento del ser humano a fin de favorecer su habilidad de conocimiento y entendimiento, tal como cuando le hace mirar el universo a través de los ojos de la ciencia, refinando y purificando su naturaleza etérea y mostrándole el verdadero propósito de su existencia. El Corán declara que en esencia el hombre es un ser piadoso y lo demuestra con los claros testimonios que representan las vidas de los profetas.

 

Muhammad es la viva representación de la renovación de la lucha en el camino de Al-lah y la confirmación y perfeccionamiento de la labor de sus predecesores dado que el cimiento que sostiene al Islam y el eje alrededor del cual gira su mensaje es la Unicidad del Creador, realidad concreta e irrefutable en sí misma, independiente de toda aceptación o reconocimiento externo, por lo que el hombre encuentra en el Corán la luz que le guía hacia su Señor, pues con elocuentes argumentos despierta en su interior la conciencia del universo que lo rodea.

 

La aceptación y pleno reconocimiento de la Unicidad Divina son características inherentes a cada musulmán para quien Al-lah es el Único, el Soporte de la humanidad, a Quien su corazón vuelve y cuya compañía anhela permanentemente; Él es Uno, sin asociados ni semejantes, el Amo de la creación, el Eterno, Quien no fue creado, Quien no tiene padre, madre, consorte ni descendencia, el Ilimitado en el espacio, el tiempo y la materia pues Él les creó y por ende ellos encuentran sus límites dentro de Su sabiduría; Él es de Quien todo lo creado depende, el Mejor Refugio en momentos de dificultad.

 

¡Él es el Creador de los cielos y la tierra! ¿Cómo habría de tener un hijo si no tiene compañera, si lo ha creado todo y es Conocedor absoluto? Él es Al-lah, vuestro Señor. El Único dios, no hay otro excepto Él, el Creador de todo lo existente. Someteos a Él pues Él es el Encargado de todas las cosas.” (Corán 6: 101-102)

 

La consecuencia de esta certeza se manifiesta mediante el amor del creyente hacia su Señor, el cual genera en el corazón del musulmán un fuerte y sincero lazo de confianza hacia su Creador y reconforta su espíritu con el convencimiento pleno de la existencia de un más allá, una vida posterior en la que seremos recompensados por nuestras acciones en este mundo terrenal.

 

Ciertamente el destino de quienes inútilmente dedican su corta existencia material a la búsqueda de vanos placeres y fútiles momentos de felicidad será la tribulación, la miseria y la desesperación en esta vida y la de más allá, mientras que quienes se esfuercen en agradar a Al-lah mediante buenas acciones, sin importarles el desdeño de sus congéneres obtendrán de su Señor la mejor de las recompensas.  

 

La medida en el Día del Juicio será la de la justicia. Para quienes la balanza se incline a favor de sus buenas obras serán de los vencedores, pero aquellos para los que no lo haga se habrán extraviado por haber sido injustos con Nuestros signos.” (Corán 7: 8-9) 

 

Un simple vistazo a nuestro tiempo bastará para determinar claramente la trascendental relación entre la certeza absoluta en Al-lah y la concepción positivista y antropocéntrica del mundo, dado que el Islam plantea que el hombre es el regente de lo que le rodea.      

 

¿Es que acaso no veis que Al-lah ha colocado bajo vuestra potestad todo lo que hay en los cielos y la tierra y os ha colmado con Sus favores, evidentes y ocultos? Hay quienes argumentan sobre Al-lah sin conocimiento, Guía ni Libro Luminoso alguno.” (Corán 31:20)

 

El Islam considera al hombre un ser libre, pero no contempla la idea de una libertad sin límites ni de una existencia sin objetivos cuyo destino se encuentre bajo los dominios del azar ya que esto lo condena una vida fútil y desesperanzada, y proclama la libertad de expresión pero circunscribe la de los deseos que pudieren sembrar la discordia.             

 

El paso del ser humano a través de este universo es una lección de vida con la que Al-lah le enseña a conocerle y de ello poseen pleno convencimiento los musulmanes, por lo que los creyentes de las primeras civilizaciones islámicas cimentaron sus sociedades con principios morales e intelectuales sólidos y legaron al mundo su rica herencia.

 

El Corán describe de manera perfecta la maravillosa simbiosis que relaciona al hombre con su universo y con la cual satisface integralmente sus necesidades, obteniendo de su entorno todo aquello que requiere para mantener saludable y dignamente su ser material al tiempo que mediante la práctica intelectual es capaz de alcanzar la satisfacción plena de los más bellos aspectos de la vida, los concernientes al mundo espiritual. Pero si el ser humano falla en su empeño, se verá expuesto a ser destruido como sociedad y como especie, y a sufrir la desgracia eterna en el más allá.

 

Quien en esta vida este ciego, lo estará también en la del más allá y más  extraviado aún del camino.” (Corán 17:72)

 

A partir de la consideración del hombre como ente integral, Al-lah le proporciona en el islam un camino que mediante el cultivo de los más altos valores éticos y morales le conduce al éxito en esta vida y la próxima, y le obliga al cuidado de su ente corporal y espiritual dado que en ellos encuentra las herramientas necesarias para alcanzar sus cometidos; le advierte contra todo aquello que pudiere representar un riesgo para su integridad y le admoniza hacia la moderación que le permite desarrollarse plena y sanamente, creando en el musulmán la necesidad de alcanzar la certeza de la Unicidad del Creador y la capacidad de hacerlo enfrentándose a las vicisitudes del mundo en su lucha por mejorarlo, mientras mantiene a su ser interior absorto en el amor de su Señor, libre de toda influencia material, un amor cuya luz purifica y da fuerzas a su alma y a su cuerpo, y crea una perfecta simbiosis, alimentada y guiada por la fe en el Compasivo, Quien dice:

 

Quien rechace los falsos ídolos y crea en Al-lah se habrá sujetado al más fuerte de los asideros: Al-lah, es Oyente y Conocedor, el Protector de los creyentes, Quien los lleva de la oscuridad a la luz” (Corán 2:256-257).

 

Esta guía conduce al hombre a un mayor esfuerzo por su purificación y por la creación de una sociedad perfecta cimentada en la piedad y a valorar las diferencias raciales, culturales, etc. como signo de la majestad del Creador y lazo común de hermandad que refuerza su fe: ¡Gentes! Os hemos creado a partir de un varón y una hembra, y os hemos hecho pueblos y tribus para que os reconocierais mutuamente. Ciertamente que ante Al-lah el más noble de entre vosotros es quien más le teme. Y Al-lah es Sabio y Conocedor” (Corán 49: 13)

 

El Islam considera a la humanidad como una gran hermandad, tal como lo dijo el Mensajero de Al-lah: Toda criatura depende de Al-lah y la más amada es la que más beneficia a Su creación

 

Uno de los muchos ejemplos de este cuidado y preocupación en la vida del Profeta es el episodio en el que al ver pasar el funeral de un judío se levantó en señal de respeto y cuando le fue preguntada la razón de este acto contestó: ¿Es que acaso no es un alma? 

 

Gracias a estas demostraciones de sinceridad y amor el Corán describe su misión profética como “una misericordia para todos los mundos” (Corán 21:107) y va más allá dándola a conocer como un llamado al intelecto para que acepte con humildad el mensaje de Su Creador y se someta a Él por convicción y no por fuerza: No hay coacción en la práctica de la adoración pues la verdad y el extravío son claramente diferenciables.” (Corán 2:256)

 

La palabra Islam significa la sumisión voluntaria de la criatura hacia su Creador, del siervo hacia su Señor y a este respecto dijo el Profeta Muhammad: “Los más cercanos a Al-lah son aquellos cuya presencia evoca Su maravilloso recuerdo, pues los creyentes son como el sol durante un hermoso ocaso o la luna llena en una noche clara: signos de las maravillas del universo que nos recuerdan la belleza de su Creador. Al-lah es bello y ama la belleza.

 

Es inmenso e invaluable el legado que Al-lah le ha transmitido a la humanidad a través de sus profetas y mensajeros, pero su paso por esta existencia terrenal fue breve y tras su partida las banderas de su causa, la del mensaje del Islam, han sido empuñadas por un grupo de personas que han dedicado su vida y esfuerzos a la búsqueda y transmisión del conocimiento verdadero. El Profeta Muhammad dijo: “Los herederos de los profetas son los eruditos” por lo que a ellos les ha sido legada la custodia del conocimiento y la sabiduría del Hacedor de las Almas que fue depositada en las manos de Sus emisarios para enseñar y purificar al hombre bajo la guía de su Creador. Es por ello que el legado del Islam se ve reflejado en estos seres que de forma sincera buscan el bien de la humanidad, convirtiéndolos en una fuente cercana y confiable de la cual beber el conocimiento que nos conduce hacia Al-lah:“En ese lugar hay hombres que aman purificarse y Al-lah ama a quienes se purifican” (Corán 9:108) 

 

Ing. Yasser Al-Olabi

Damasco, Siria



[1] Este término no corresponde a la categoría de lo conocido en lengua castellana como nombre propio, sino a un epíteto derivado de una de las noventa y nueve características con las que es descrito en el Corán. Al-lah (ألله) es el uso determinado del término Ilah (إله), que significa algo muy querido, un objeto de adoración o culto, pudiendo entenderse como deidad o dios, por lo que desde el punto de vista de la composición gramatical nos enfrentamos a un singular absoluto de tipo sincategoremático: El Dios, en el sentido del Absoluto, el Único,  el Verdadero, el Único ser digno de adoración, etc. Es importante recordar que esta misma estructura aparece en los textos hebreos y griegos del antiguo y nuevo testamento, correspondiendo a los vocablos El-o-Him (אֱלוֹהִים) y O-Theos (o-θεος) respectivamente.       

[2] Ultima Revelación de Al-lah y Libro Sagrado de los Musulmanes.

[3] Práctica de la adoración.