LA RESPONSABILIDAD DEL HOMBRE FRENTE A SÍ MISMO |
Foro Mundial del Medio Ambiente y el Desarrollo para la Supervivencia Humana Moscú, Enero de 1990 |
En el
nombre de Al-lah, el Clemente, el Misericordioso, Señor
de la creación.
Que el Señor de los mundos extienda Su gracia y
Sus bendiciones sobre todos Sus profetas y mensajeros, incluido el último de
ellos, Muhammad, quien dijo: “Toda criatura depende de Al-lah y la más
amada es la que más beneficia a Su creación” porque toda criatura depende de
su Señor y no al contrario.
Tengo el gran honor de participar en este evento
como representante de los líderes espirituales de quienes seguimos el mensaje
del Dios Único para hablarles acerca de los lineamientos que en Su infinita
sabiduría nos ha proveído el Creador del universo con respecto al tema del
desarrollo, la supervivencia y el medio ambiente.
Mis queridos hermanos, fue la providencia del
Único, el Verdadero, el Dios Todopoderoso, Creador de los mundos, de los cielos,
de las tierras, de lo que en ellos habita y de las leyes que los rige, que el
hombre viviese en este planeta, rodeado de paisajes de infinita belleza y de
deliciosos tesoros que le envolviesen en un halo de interminable felicidad, tal
como lo expresa en Su Majestuosa Revelación:
“Al-lah es Quien ha sometido a vuestra
potestad lo que hay en los cielos y en la tierra. Ciertamente en esto hay signos
para quienes reflexionan” (Corán 45:13)
Fue Él quien creó al hombre y le envió profetas
y mensajeros con el juicio, la razón y la sabiduría necesarios para establecer
una sociedad virtuosa.
En cumplimiento de este cometido los profetas
fueron como piedras que una a una van edificando un sólido muro,
correspondiéndole a Muhammad ser la última de ellas, con la que esta magna obra
fue perfeccionada.
Fue esta última pieza alrededor de la cual, a
pesar de sus primitivos medios,
se unió la mitad mundo en medio siglo, la cual transformo a media
humanidad en una gran familia, en un ente tan fuertemente cohesionado que cuando
uno de sus miembros se enfermaba todos los demás sufrían con él, permaneciendo
atentos y vigilantes.
Fue esta majestuosa joya sobre la cual se
cimentó una sociedad llena de amor, fraternidad y cooperación, en la que la
equidad, la justicia y la libertad estaban garantizadas para todos los
individuos sin distinción alguna; el ideal supremo de espiritualismo, cultura y
moral, un lugar libre de toda mácula en el que preservar impolutos los más
virtuosos valores, y no existe exageración alguna en mis palabras ni hago
referencia con ellas a un sueño utópico, sino a una realidad histórica.
Damas y caballeros, la esencia del din
verdadero yace en la fraternidad de los profetas y mensajeros de Al-lah y los
últimos vinieron para completar la labor de los primeros, en consecuencia todos
los seres humanos somos hermanos que buscamos la verdad de nuestro Creador en
medio de un mar de ilusiones y fantasías erróneas.
Esto es un llamado a la acción, a emprender la
búsqueda de nuestros tesoros y la lucha contra todo peligro que aseche nuestro
camino, teniendo siempre presente que todo conocimiento debe ser utilizado en
beneficio de la humanidad y que nuestro más valioso recurso es la sabiduría.
La esencia del mensaje del Creador del universo,
el eje en torno al cual giran las leyes que fueron entregadas a Abraham, Moisés,
Jesús y Muhammad, y el corazón de las filosofías místicas se inclinan hacia un
mismo objetivo, el enaltecimiento de la existencia humana mediante su paso de la
oscuridad de la ignorancia a la luz del conocimiento, de la miseria a la
felicidad, del reino de la injusticia y la opresión al del amor, la equidad y la
cordialidad.
Un mundo en el que amemos a nuestro prójimo como
a nosotros mismos, tal como lo predicó Jesús y en donde todos los hombres seamos
hermanos, creyentes verdaderos que desean para sus cófrades lo que para sí, de
acuerdo a las palabras de Muhammad.
Todos los profetas y mensajeros del Amo de la
creación han buscado un mismo objetivo, tal como el Noble Corán lo confirma:
“Ciertamente, esto ya estaba en las primeras
escrituras, en las páginas de Abraham y en las de Moisés” (Corán 87:18-19)
El trabajo de los grandes filósofos y
reformadores sociales de todos los tiempos ha sido en verdad un movimiento
concertado encaminado hacia la búsqueda de la excelencia humana mediante el
cultivo del conocimiento y la sabiduría. Un hombre que aseguró haber visto en
sus sueños al Profeta Muhammad, afirmó que este le dijo: “Perdedor es aquel
cuyos días transcurren en inerte monotonía o transita por la sendas de la
degradación, porque para quien enrumba sus pasos hacia el extravío le será mejor
la muerte”[1]
El fin último perseguido por el mensaje del
Supremo no se limita a hacer de este mundo un paraíso para el hombre sino que
busca cultivar en su interior la luz de una fe racional, la sabiduría, el
conocimiento y las más excelsas virtudes, como lo confirma el Libro Iluminado:
“A quien de los hombres o las mujeres haya
obrado con rectitud y sea de los creyentes le haremos vivir agradablemente y le
recompensaremos sus nobles acciones... Aquellos que hayan
obrado de la mejor manera
tendrán su recompensa en esta vida, pero la morada de la Última es mejor
¡Y qué excelente morada la de los temerosos!” (Corán 16:97, 30)
El Sustentador de la creación no solo brinda en
Su mensaje la garantía de una vida segura en este planeta, pues la existencia
del hombre trasciende la de su cuerpo conduciéndole a su morada definitiva, al
eterno paraíso celestial.
Pero aquel que obre mal también obtendrá lo que
merezca en esta vida y en la Última, y quien dañe a un hombre habrá hecho mal
a la humanidad entera, tal como lo menciona el Gloriosos Libro:
“Quien tome una vida, sin ser a cambio de
otra o por haber corrompido la tierra, o quien la salve será como si lo hubiese
hecho con humanidad entera.” (Corán 5:32)
El hombre moderno se encuentra al borde del
abismo de la destrucción pues ha causado un grande e irreparable daño a la
naturaleza.
La tierra es como una gran nave espacial que
surca el universo infinito, en la que todos los pasajeros son responsables por
su seguridad y mantenimiento, tal como el Profeta Muhammad lo explica en la
siguiente parábola:
“El caso de quien respeta los preceptos del
Creador del universo y de quien los viola es como el de aquellos que se
sortearon las acomodaciones de un barco, correspondiéndoles a unos la parte alta
y a los demás la baja, pero estos últimos debían subir e incomodar a sus vecinos
cada vez que deseaban conseguir agua, por lo que decidieron agujerear el casco
de la embarcación para evitar las molestias. Si los de la cubierta superior lo
permiten todos perecerán, pero si lo evitan se salvarán.”[2]
Somos los pasajeros de esta gran nave, por lo
que todo aquel que atente contra la integridad de esta embarcación está
colocando en grave riesgo nuestra supervivencia. Es nuestro el menester del
cuidado y la preservación de la naturaleza, ya que de ello depende nuestra
existencia.
Este perfecto universo es una dadiva del Creador
de la cual somos los directos responsables, pero tristemente no hemos actuado en
concordancia con esta dignidad y nos hemos dedicado a destruirlo dañando
irreversiblemente la capa de ozono, contaminado el medio ambiente y más allá de
ello atentando contra nuestra integridad y la de nuestros congéneres, cometiendo
actos inmorales, manchando nuestras almas con egoísmo, avaricia, indiferencia,
superstición y engaño, y empañando la verdad y la razón, destruyendo de esta
forma el brillante legado que nuestros antecesores edificaron bajo el liderazgo
de los profetas y mensajeros del Sustentador de los mundos.
Los líderes de las antiguas civilizaciones
anunciaron con júbilo el advenimiento de sus sucesores, quienes completarían la
misión que ellos habían emprendido, pero lamentablemente es esa la labor que
estamos destruyendo.
El único camino para conseguir la paz, la
felicidad y la facilidad para la humanidad, y preservar esta majestuosa
naturaleza de cuya integridad depende nuestra vida es acabar con las guerras,
poner fin a la contaminación de las almas, las mentes y del medio ambiente,
detener la desertificación y solucionar el problema de la superpoblación.
Es necesario crear las condiciones óptimas para
el establecimiento de un estado de armonía que permita la instauración de la
justicia, la caridad, la benevolencia y la cooperación fraternal entre los
hombres, pero esto solo será posible con la convergencia y unión de tres
componentes fundamentales: Gobernantes y políticos honestos, virtuosos hombres
de ciencia y líderes espirituales de entre los seguidores del mensaje del Dios
Único, dotados con una fe racional. Pero para llevar a cabo esta titánica labor
es imprescindible además, el apoyo de medios masivos de comunicación que
permitan que el eco de sus voces se extienda hasta alcanzar el más recóndito de
los rincones del planeta, creando verdaderos nichos de paz, armonía y
fraternidad en los que sea posible el diálogo franco entre la ciencia y la
razón, y la fe y la religión.
Humildemente os digo que el único peligro real
que asecha al hombre proviene de sí mismo, que la paz no dejará de ser una
utopía mientras no exista un contundente esfuerzo para mejorar la condición
humana y que el hombre solo podrá aspirar a alcanzar un verdadero estado de
bienestar cuando retorne a la esencia de la fe y sus principios, lo cual se
encuentra completamente acorde con los planteamientos de cualquier mente madura
y racional, y cuando con corazones sinceros y mentes abiertas reconozcamos que
los profetas y mensajeros vinieron a este mundo portando la Revelación Divina
para proporcionarnos bienestar, gracia, felicidad y seguridad.
Es de trascendental importancia nuestro
compromiso y cooperación para restaurar su genuina naturaleza a la misión del
mensaje del Creador para con los hombres, la erudición la sabiduría y la
purificación del alma.
Cuando el alma es purificada bajo la luz de la
razón, de la ciencia y del sublime resplandor del espíritu, todo aquello que la
rodea se torna impoluto e inmaculado, permitiendo al ser humano una vida de amor
y paz.
Finalmente, deseo expresar mi gratitud a la
Organización de las Naciones Unidas y a su Secretaría General por el enorme
esfuerzo que han realizado al patrocinar y organizar este magno evento y
extender este mismo agradecimiento a todos aquellos que han hecho posible que
disfrutásemos hoy de la hospitalidad del pueblo ruso y de su Líder Mikhail
Gorbachov, abanderado de la paz, la libertad y la integridad moral.
Que la Paz sea con todos vosotros.